Bloody Rose

Bloody Rose
La inmortalidad, derramada de mortalidad.

Se dice que hace años muchos años la última rosa del mundo creció frágil y oculta en la oscuridad de una húmeda caverna, alimentada por un profundo rayo de luz de escaso pasar. Aquella rosa no era tan solo una hermosa flor, era la fuente de la inmortalidad, un regalo divino para cualquier humano, pero sólo uno tendría la oportunidad de probarla clavándose con su única espina.
Al ser descubierta la leyenda por los más sabios, los helenos, recelosos viajaron por el mundo en búsqueda del secreto muriendo en la sedienta búsqueda. Antes de morir, uno de ellos, dentro de un compilado, escribió una nota en latín que contenía el secreto al que llamó “La rosa de la inmortalidad”. Aquella nota provocaría el desequilibrio del mundo.
Al transcurrir de los años, cuando el imperio romano comenzara a compilar el derecho, una página quedó misteriosamente afuera. Casi extinta la jurisprudencia romana, la recopilación había quedado en manos de un magistrado, el cual sediento de ambición y poder, se entregó al mundo en búsqueda del preciado tesoro. En su lamentable recorrer, fue asaltado por uno de los pueblos bárbaros, despojado de sus bienes y asesinado. Pero aquel pueblo desconocía el latín, es más, sus costumbres se traspasaban de forma oral ignorando la escritura.
Así quedó guardado el poderoso secreto durante más de cien años, y como tesoro de guerra, entre otros, cayó a las manos del rey godo asentado en Toledo (507d.C.) las pertenencias de sus antepasados y allí ante su estupefacción leyó la nota de la rosa de la inmortalidad. Así se forjó una inusitada cruzada en búsqueda de La Rosa, volvieron a las galias, recorrieron en silencio tierras enemigas hasta que el ejército cansado y cubierto de interrogantes preguntó cual era el verdadero objetivo. El rey confesó la verdad y el entusiasmo diezmó la caballería. Buscaron semanas, meses, azolaron aldeas, nadie escuchó siquiera el sigilo de los cascos, fue la cruzada más silente de la historia.
Hasta que un día, agobiados de sol, se detuvieron al pie de una gran caverna. Uno de los caballeros entró aún con la esperanza que muchos habían perdido. Avanzó entre la humedad y al final, en un gran montículo, erguida bajo un destello, yacía una delicada rosa. Sin poder creerlo, corrió hasta afuera y gritó a los vientos que se tornaron huracanados el gran hallazgo. Todos se miraron, olvidando su subordinación corrieron hacia la caverna alrededor de veinte hombres y el rey con ellos gritando que se alejen.
Ante sus gritos vanos, el rey desenvainó su espada dispuesto a matar a cada uno de los traidores. Los otros ante la salvación de sus vidas hicieron igual y comenzó una ardua lucha. Primero mataron al rey y luego comenzó la carnicería entre ellos mismos, olvidando incluso los lazos de amistad. Sólo uno vivió, un apuesto y sanguinario jinete. Sin detenerse a apreciar siquiera la belleza de la flor, comió de manera equívoca y eufórica cada uno de sus suaves pétalos. El rey nunca les comentó toda la historia, que era necesario sólo clavarse la espina.
Así nacieron los vampiros, se les otorgó la inmortalidad pero bajo un gran precio: la sangre como único alimento posible. Los primeros convertidos serían favorecidos con la sangre pura e inmensos poderes, los demás vampiros serían vampiros nobles, de escaso poder aún así con mayor habilidad que un humano cualquiera.
Se mantuvieron en silencio por años, en una vida de palacios subterráneos, pero el hambre y hartos de las ratas decidieron invadir el mundo. Dicen que fue la peste negra(1348 - 1361), pero en realidad, fue la estirpe naciente y hambrienta de vampiros que asoló el viejo continente.
Su mayor enemigo siempre ha sido la religión, y por ende uno de sus principales objetivos es la destrucción del vaticano.