¿Un Stormrider ladrón? / Iron Clock priv.

Al ser liberado intentó masajear sus muñecas aunque poco pudo hacer ya que estas siguieron apresadas en las manos del platinado, sus pies pisaron firme nuevamente casi perdiendo firmeza por el repentino dolor en sus muslos traseros y nalgas por los balazos. Tal como esperaba, el policía se había interesado, ahora debía ir con cuidado… - ¿A quien quieres? ¿O simplemente quieres saber nombres y caras? – preguntó sin moverse de donde lo colocaba, se dejaba manejar y se mostraba sumiso, servicial, como había sido entrenado.

Tomándole de las muñecas le lanzó directo a la cama individual a un lado del camión, aparentemente había una cortina para cubrirla pero en ese instante se encontraba abierta. Se colocó encima de su cuerpo y dejó que cierta oscuridad les inundara, interrumpida por la luz del alumbrado público que se filtraba por la ventana. Las muñecas fueron colocadas inmediatamente por encima de su cabeza y su propio trasero tomó asiento en sus muslos para impedirle que levantara las piernas más de lo necesario. Debido a que la cama sólo tenía un espacio de quizás un metro de alto, su espalda se encontraba arqueada y por ende, su pecho casi tocaba el suyo, lo que sí alcazaba a hacer contacto con el castaño era su larga melena plateada que cubría su propio rostro como una cortina sin interrupciones.- .. Todos los nombres que tu mente pueda recordar.

Se dejó arrastrar, apenas dio un par de pasos para no caer aunque su pantorrilla chocó contra el borde de la cama cayendo sobre esta, el aroma a nicotina y tabaco inundó su nariz. Respiró profundo y suspiró moviéndose un tanto incomodo debajo del pelilargo, nuevamente y siempre presente el dolor en sus nalgas presionadas contra la cama le hacían torcer su rostro en una mueca de dolor.

Sin embargo y pese a todo le excitaba aquella situación, más al encontrarse tan arrinconado y con el cuerpo ajeno tan cercano, la extravagancia y apariencia del caimán le atraían así como aquellos cabellos largos adornados con pequeñas cuentas amarillas. Lo miró desde su posición con su cabeza hundida en la almohada, casi como un robot comenzó a recitar nombres seguido por el grado. Muchos de ellos eran simplemente equipos que rondaban Tokio, equipos sin importancia y su grado no pasaba del C predominando demasiado el D y el E.

Entrecerró los ojos al escuchar los nombres, de seguro eran chicos sin importancia, lamentablemente no tenía la manera para descubrirlo. Sus manos subieron de las muñecas hacia los dedos del castaño, entreenlazándolos lentamente en un extraño gesto de quizás, cariño, totalmente inesperado a partir de la actitud tosca y sádica del cocodrilo, cuya mirada color aqua seguía fija en la suya, examinándolo. Su rostro bajó apenas unos centímetros para llegar al oído del Stormrider, apretando cada vez más sus dedos como para hacerle sentir que cumpliría su parte del trato.- .. Todavía no me dices los más grandes.. Pero me lo dirás con el tiempo .. ¿Cuáles lugares deseas proteger?

Un escalofrío le recorrió por completo al sentir los dedos colándose entre los suyos, gesto que no detuvo si no que alentó al entrelazar el mismo sus dedos ajustando el agarre. Cerró sus ojos al roce de los finos cabellos plata contra su rostro cuando el policía se movió acercándose a él, detuvo su respiración, tal cercanía le turbaba. Arqueó levemente su espalda logrando que su pecho y vientre se apegaran al cuerpo ajeno soltando el aire en un suspiro - Ya los sabrás… Cuando aparezcas por ellos lo sabrás - Sus dedos se afianzaron cuando los del policía lo hicieron. Su rostro ladeado se alejaba del ajeno en un intento que la respiración calida no le rozase el cuello o terminaría excitándose… y definitivamente eso no sería bueno.

No encontró nada más que pudiese considerar útil para sacar provecho del stormrider, ya que no le había proporcionado ninguna información, sólo una clara advertencia de que en cuanto pisara un territorio opuesto, de inmediato sería detenido por él, o quizás otras personas, ese sería el momento para reaccionar.
Comenzó a levantarse lentamente de la cama y extrajo de su bolsillo otra cajetilla de cigarros, tomando uno para introducirlo en sus labios y encenderlo con su típico encendedor plateado, así, abrió la puerta de la camioeta y le indicó con la cabeza que se largara, ya no podía hacerle más.